martes, 28 de febrero de 2017

William Gaddis: La carrera por el segundo lugar


Idioma original: inglés
Título original: The Rush for Second Place
Año de publicación: 2002
Traducción: Mariano Peyrou
Valoración: Muy recomendable

Sexto Piso: no recuerdo haber hablado de esta editorial cuando ya debería. Como Malpaso, editoriales mexicanas que desembarcan en España y empiezan (bueno, ya hace años) a publicar demostrando buen gusto y eclecticismo, apostando a varias bandas, pero, en el caso de Sexto Piso, con cierta admirable tendencia hacia la recuperación de oscuros contemporáneos no siempre bien comprendidos en su momento. Barth es uno. William Gaddis es otro.

Gaddis en ensayo o en lo que sean (borradores, reseñas, introducciones, outtakes) los textos que aquí se incluyen, tiene una cualidad muy poco habitual en los escritores. Parece deshacerse de contendientes a cada párrafo, parece lanzarse hacia la meta sin importarle los demás, parece sacudirse a unos cuantos con cada frase y quedarse solo, de forma tan contundente como sutil, arrastrándonos a creer que lo que escribe es lo final, lo definitivo, lo despojado de todo lo prescindible. Uno lee a Gaddis y sabe que eso que lee solo podía escribirlo él y tiene esa sensación (no llego a una decena de escritores sobre los que diría esto) de que, llegado el caso (y listas para islas desiertas al margen), uno podría apañárselas para subsistir solo con eso.

Las notas previas ayudan a ponerse en contexto en lo referente a los ensayos contenidos aquí. A familiarizarse con las citas y a comprender la totalidad de la obra como un intento de explicar la sociedad, sobre todo la capitalista y algo más concretamente la americana. Gaddis, en esta recopilación póstuma, trata de ello de forma directa e indirecta. Trata de forma amena y a veces, en el ensayo sobre las religiones que es, para mí, la pieza más endeble de esta excelente selección, de forma algo alambicada. Pero afloran sus obsesiones: las que enraízan en  el resto de su obra, ejemplificadas por su curiosa obsesión por la pianola, como ejemplo paradigmático de la descabellada intención de que la tecnología acabe imponiéndose a la humanidad en uno de los últimos reductos disponibles: la creación artística. En los escritos relacionados con esa temática omnipresente, los que hacen mención a obras como Jota Erre o Ágape se paga, asoma el escritor más visionario y alucinado. También hay comentarios literarios, textos de presentación, comentarios y devaneos. Pero es Gaddis y es reconocible, incluso más concreto y menos dispar, es él. El que juguetea con el lector y el que suele alinearse, desde que se ha iniciado su necesaria recuperación, con los grandes tótems de la literatura norteamericana más simbólica o difícil. Ahí están Pynchon o Barthelme y sus influencias en DeLillo o Foster Wallace. Ahí está una rara especie de escritor, el que se desboca desde el poder de la prosa hacia lugares extraños. La carrera por el segundo lugar es un excelente menú-degustación. Uno sale de sus páginas con algo que llamaría cauto entusiasmo. El de estar tan seguro de estar ante un escritor único y poderoso como temeroso de no entender a la primera todos sus resortes. Pero en mi caso las ganas de más prevalecen. Y de qué manera. No voy a empeñarme en contenerlas, aviso.

Otros libros de William Gaddis reseñados en Un Libro Al Día: Gótico carpinteroÁgape se paga, Los reconocimientos

lunes, 27 de febrero de 2017

Philipp Meyer: El hijo

Idioma original: inglés
Título original: The son
Traducción: Eduardo Iriarte Goñi
Año de publicación: 2013
Valoración: muy recomendable

No es muy habitual encontrarnos con un autor que, con únicamente dos novelas en su haber, se coloque entre los grandes de forma directa en un mercado literario como el norteamericano, ya poblado de reputados escritores. Y es que no cabe duda de que la novela que ha gestado Philipp Meyer es una gran novela. Grande en volumen, grande en ambición, grande en potencial y grande en resultado. No extraña pues que esta novela fuera finalista al Premio Pulitzer en 2014.

Libro ambicioso donde los haya, explica la historia de Texas desde mediados del siglo XIX a principios del siglo XXI, centrando la acción en Texas, a partir de la narración de tres miembros de la familia McCullough (Eli, su hijo Peter y su bisnieta Jeanne). Así, a partir de únicamente tres personajes, el autor puede cubrir toda la historia familiar abarcando las diferentes épocas sin que haya vacíos temporales o inconexiones.

En cuanto al propio argumento, ya en un inicio asistimos al hecho principal que desencadena el resto de la historia: el asesinato de la madre y la hermana de Eli (y posterior secuestro de su hermano y de él mismo) a manos de los indios comanches. A partir de ahí, marcando como punto de partida la historia de Eli, se relata su cautiverio en manos de los indios. De forma paralela a la narración, separada por claros capítulos, se cuenta también la historia de su hijo Peter así como la de su bisnieta Jeanne, cada uno con una historia personal que va estrechamente ligada al devenir de la historia familiar. El autor, diestro en la narración, muestra una gran habilidad en modificar el tipo de lenguaje utilizado según quién sea el protagonista. De esta forma, es más seco o directo cuando habla Eli, más dulce o tierno cuando habla Peter y más prudente o comedido cuando habla Jeannie (único personaje que explica la historia en tercera persona).

Alguien podría pensar que una novela de 600 páginas, narrada por tres personajes diferentes, y que cubre 150 años de historia familiar puede resultar un tostón de mucho cuidado y un laberinto donde es fácil perderse. Nada más lejos de la realidad. Para hacerlo fácil, el autor añade el árbol genealógico de la familia justo en la primera página, por si necesitamos echarle una ojeada en caso de perdernos durante la narración, cosa que ocurre en muy contadas ocasiones. Y aunque podría ser una lectura compleja, por la cantidad de décadas a cubrir y la intercalación de narraciones, no lo es en absoluto puesto que el autor sabe perfectamente cuándo debe acelerar la historia para evitar los periodos irrelevantes y cuándo poner el freno para explicar con detalle los momentos clave. Además, el ejercicio de preparación de la novela es planificado y meticuloso hasta el punto que la narración compartida entre los tres personajes siempre se sucede en el mismo orden. A sabiendas de que en toda novela con diferentes narradores siempre hay alguno con el que conectamos menos, el autor salva este escollo manteniendo el orden en la narración e intercalando personajes, de forma que tenemos una intuición de lo que vendrá y consigue mantenernos enganchados en la lectura en todo momento.

La destreza del autor en construir la historia hace que conectemos con todos los personajes y equilibra su peso en la narración. A ratos, especialmente al principio, Eli te mantiene atrapado de forma que no puedes soltar el libro, te ubica mentalmente entre comanches, entre cadáveres y cabelleras cortadas, entre caballos y travesías a través de pastos y desiertos. El autor es consciente de la potencia de la historia de Eli, dedicándole más páginas a su historia que al resto (lógico, además, ya que la historia parte de él). Pero avanzando en el libro, el personaje de Peter gana en profundidad, se nutre de matices, de humanidad, a la vez que nos permite atisbar las fricciones entre texanos y mexicanos en el territorio. En la parte final especialmente, también Jeannie tiene un peso importante, completando con su historia la dificultad en la gestión del patrimonio, la lucha de la mujer en un entorno masculino, sus dudas, su batalla, defendiendo su parcela.

Gran habilidad del autor en su estructura, gran caracterización de personajes y gran historia contada porque al final, además de haber disfrutado de un gran relato, sin darte cuenta hemos sido testigos de los grandes conflictos de la época: la esclavitud, la inmigración, el auge de la riqueza por causa del petróleo, las tiranteces en las relaciones familiares y la reivindicación de los derechos de las mujeres.

Lo más sorprendente de este libro es que, a pesar de sus casi 600 páginas, una vez finalizado se tenga la sensación de que queda mucho por contar. Porque 150 años dan para mucho, y la historia es suficientemente potente para ello.  Uno termina el libro quedándose con ganas de más, pero no porque el autor no lo haya contado sino porque el escenario que se abre en nuestra imaginación cuando leemos el libro es casi interminable. Y ése sin duda es el gran mérito del autor.

También de Philipp Meyer en ULAD: El valle del óxido

domingo, 26 de febrero de 2017

Nick Hornby: Funny Girl

Idioma original: inglés
Título original: Funny Girl
Año de publicación: 2014
Traducción: Jesús Zulaika
Valoración: recomendable


Nick Hornby es un escritor que, sin duda, cae bien. Para empezar, por la contagiosa bonhomía que desprenden sus libros y eso que con frecuencia analizan el siempre espinoso tema de las relaciones humanas; después, porque escribe a menudo sobre temas "molones" o por lo menos, caros a unos u otros de sus lectores: la música pop, el fútbol, el skateboarding... Por último, a sus lectores varones nos caen simpáticos, me temo, sus personajes masculinos más conocidos: hombres que ya han dejado la primera juventud pero se resisten a hacerlo, aferrándose con tozudez infantil a esas cosas que tan a menudo nos gustan (y nos sirven de ancla con un pasado que no queremos abandonar): la música pop, el fútbol, el skat... bueno, de esto último ya se encargan los años y los achaques de ponerte en tu sitio.

En Funny Girl, sin embargo, el personaje principal -y convincentemente retratado- es Barbara, una joven de físico espectacular, que a comienzo de la década de los 60, tras ganar el concurso de Miss Blackpool, se encamina a Londres para llevar a cabo su verdadero gran sueño: convertirse en una gran actriz cómica a semejanza de su idolatrada Lucille Ball.  Tras unos  decepcionantes comienzos, consigue el papel protagonista de una comedia televisiva  para la BBC titulada -irónicamente, pues para entonces ya se ha puesto el nombre artístico de Sophie Straw- Barbara (y Jim), donde trabaja, además con sus guionistas, productor y actor favoritos de las comedias radiofónicos. La serie consigue no sólo un enorme éxito de público, sino ser, en cierta manera, la encarnación, siquiera momentánea, de los cambios sociales, culturales y hasta políticos que están ocurriendo en el Reino Unido (incluso podríamos hacerlos extensivos al resto del mundo occidental) durante esa década. Y Barbara/Sophie comienza a hacerse famosa, conocer gente famosa y vivir las ventajas e inconvenientes de ese "famoseo", cuando en realidad, lo que a ella más le complace y llena es llevar a cabo su trabajo rodeada de personas con las que congenia y se compenetra para conseguir el mejor resultado posible.

Sospecho que cualquier otro escritor habría llevado a su protagonista, llegada a este punto, por los derroteros de la tragedia lacrimógena o bien de la farsa no menos desatada. Pero Hornby no (tranquilo todo el mundo que no voy a "spoilear" nada); él se limita a seguir con el desarrollo de su historia y de sus personajes con toda tranquilidad, con cierta levedad, incluso, de manera que hay momentos en los que hasta parece que a la novela le falta "sustancia". No es que no ocurran cosas, buenas y malas o que el autor carezca de la habilidad para que nos interesemos en sus criaturas; al contrario, sin hacer alardes descriptivos ni psicológicos, consigue que les conozcamos perfectamente, que empaticemos hasta con los que parecen menos proclives a ello y que cojamos cariño a todos ellos, que participemos en sus dichas y desdichas, sin que apenas nos demos cuenta de la excelencia de la narración que estamos disfrutando. Por otro lado, toca temas de cierta enjundia, como ese cambio de mentalidad que se produjo en una época determinada, el papel de la mujer en esos cambios, la anticuada estructura social de la nación británica... y sobre todo, trata del paso del tiempo y como éste modifica las expectativas que nos creamos sobre nosotros mismos. Pero la novela habla de todo esto sin hacer demasiado énfasis, incluso sin que nos demos cuenta de ello hasta que hemos pasado la página o terminado el capítulo...

Tal vez éste sea el mayor reparo que se le puede poner al libro (y resulta un tanto ridículo decirlo): todo fluye demasiado, es demasiado fácil, demasiado "pop", si se quiere (aunque tampoco es una historia que trate sólo sobre la época pop, por más que se desarrolle en el Swinging London)... y quizás sea debido a lo que podríamos llamar "vanidad del lector", pero de vez en cuando a uno le gusta no sólo leer grandes novelas, sino que haya momentos en ellas que no dejen dudas sobre lo buenas novelas que son, precisamente. Aquí, sin embargo, la historia, contada con un estilo ágil y sencillo, con diálogos brillantes pero de una ironía cómplice, que no apabulla, va calando en nosotros como una lluvia suave en la ropa, hasta que llega un momento en que nos damos cuenta de que estamos empapados de ella; es decir, encantados con lo que estamos leyendo. En fin, no deja de ser una objeción menor; tengo claro que, de momento, Mr. Hornby va a seguir cayéndome de lo más simpático.


Otros títulos de Nick Hornby reseñados en Un Libro Al Día: Alta fidelidadÉrase una vez un padreCómo ser buenos31 canciones

sábado, 25 de febrero de 2017

Michael Muhammad Knight: The Taqwacores

Idioma original: inglés
Resultado de imagen de the taqwacoresTítulo original: The Taqwacores
Año de publicación: 2004 (En España: 2014)
Valoración: Muy recomendable




Hará un par de años me interesé por esta novela, luego se perdió entre la vorágine de proyectos. Puede que para algunos lectores no sea ninguna novedad, pero a mí en aquel primer contacto me pareció algo bastante apartado de mis referencias habituales y ahora, después de su lectura, siento que he tenido la suerte de poder echar una ligera ojeada al enorme abismo que media entre unas mentalidades y otras.
Para quienes no hayan oído hablar de él, Michael Muhammad Knight es un neoyorkino de antepasados irlandeses, nacido católico hace cuatro décadas, que siendo adolescente descubrió el islam a través del hip hop e inició el proceso que acabaría en su conversión. Esto puede dar una idea de por dónde van los tiros: la música es junto con la religión el nexo que conecta a los personajes (principales y secundarios), lo que les obsesiona, entusiasma, da sentido a sus vidas, forja amistades y hasta inspira algún ambicioso proyecto imposible de realizar de no existir una pasión común.
Si he entendido bien, esta novela parte de un momento de crisis, de la necesidad de aclarar ideas, pero su evidente sinceridad acabó convirtiéndola en un texto de culto que suele considerarse El guardián entre el centeno de la cultura islámica. Las comparaciones de este tipo no suelen ser muy certeras, pero en este caso –salvando todas las distancias y teniendo en cuenta que esta teoriza mucho más– me parecen bastante razonables.
Yusef Ali repasa los recuerdos de su época de estudiante universitario en Buffalo, cuando compartía piso con un grupo de chicos musulmanes y una chica, Rabeya, nada convencionales a pesar de sus creencias, excepto uno de ellos, Umar, el único que defiende con decisión la ortodoxia.
Taqwacore alude al punk islámico, un movimiento, entonces latente, que se desarrolló a raíz de la publicación de la novela y que combina el hardcore con la piedad o culto (taqwa). Tenemos, pues, toneladas de música, mucha ideología –en forma de cuestionamiento constante, de alusiones a las reglas y de flagrantes contradicciones– y un tercer elemento, la amistad, que no suele faltar en los relatos de aprendizaje. Una amistad –que de tan verosímil llega a ser palpable– estrecha, entrañable, más allá del simple compañerismo y, por tanto, potencialmente conflictiva.
En teoría, Knight no entra en grandes complicaciones literarias, pero tampoco sería coherente con un planteamiento que exige justamente lo que encontramos: sencillez, movimiento, mucho diálogo y la empanada mental consiguiente. Con un clímax narrativo muy bien dosificado y mediante un sinfín de argumentaciones, incoherencias, heterodoxia, discusiones, indecisión y ambigüedad, vamos conociendo al protagonista y a toda una colección de individuos, Jehangir Tabari, Ayyub el Magnífico, Fasiq, Dawud el Rude, a cual más peculiar y emblemático. Todos ellos cargan con la radical contradicción de conciliar el punk –asumiendo lo que conlleva de rebeldía, iconoclastia, rechazo frontal a cualquier regla impuesta– con una religión tan repleta de dogmas, barreras, mandatos y recomendaciones, tanto gestuales como éticos, que hace falta un glosario final para entender mínimamente toda la complejidad que encierra. Rituales ejercidos o no al pie de la letra, relaciones sexuales, alcohol y drogas, vestimenta femenina, contacto con la cultura americana directamente o a través de la televisión y otras muchas cuestiones polémicas. El libro está lleno de preguntas, son las dudas del propio escritor que, aprovechando su pertenencia al bildungsroman, caen como mazazos interrogando al lector e interrogándose. Supongo que el hecho de tener otras creencias de origen le proporciona, además de un torturado escepticismo, perspectiva y capacidad crítica difíciles de conseguir de otra forma.
Si todo esto causó sensación entre su público natural, puedo imaginarme cómo habrá caído en la juventud de otras latitudes ideológicas. Tanto es así que el término aprendizaje no se limitaría a los protagonistas: el lector profano en la materia –y no solo el juvenil– aprende algo de doctrina coránica, reflexiona sin parar junto a ellos y se implica afectivamente en la trama.
En 2010 se estrenó la película homónima, que participaría en el Festival Sundance de Cine Independiente; en España, se presentó al Festival Internacional de Orense. A esta novela le siguió otra decena y todas ellas prometen, no habrá más remedio que seguirle la pista al autor.

viernes, 24 de febrero de 2017

Mariana Enriquez: Los peligros de fumar en la cama

Idioma original: Español
Año de publicación: 2009
Valoración: Muy recomendable

Hay que ser una muy buena escritora para, con tan solo dos libros publicados (al menos en España), haber creado un universo literario tan personal y tan perfectamente reconocible para sus lectores como el de Mariana Enriquez, un universo poblado por personajes extraños y frágiles, con miedos inexplicables e irracionales, enfermizas obsesiones y perversiones (valga la redundancia), delirios, violencia .

En esta ocasión, aprovechando el merecido éxito de "Las cosas que perdimos en el fuego", Anagrama presenta una colección de 12 relatos anteriores al citado volumen. Y aunque uno tiende a sospechar de estas publicaciones que aparecen al amparo de recientes éxitos de crítica y público, he de decir que los relatos que componen "Los peligros de fumar en la cama" poseen por sí solos entidad suficiente para que formen un buen libro.

Estos relatos indagan en el universo que con más profundidad conocimos en "Las cosas que perdimos en el fuego". Sus relatos, todos ellos protagonizados por mujeres jóvenes o adolescentes, insisten en presentar un mundo turbio, marcado por la violencia, contra uno mismo o contra terceros, el miedo a lo desconocido, los terrores cotidianos, etc. Todo ello en un ambiente de locura que, en muchas ocasiones, parece ser una válvula de escape de la realidad.

Una de las principales virtudes de los relatos de Enriquez es que las situaciones de las que hablan no son explicadas. Los miedos y las obsesiones existen, sin más. No sabemos qué los ha podido provocar, apenas podemos intuir sus motivos. Y quizá sea mejor así, no solo por lo que pudiera pasar, sino porque casa mejor con el ambiente opresivo o de "terror psicológico" de los relatos.

Como ya hizo Francesc en su reseña de "Las cosas que perdimos en el fuego", no voy a destacar ninguno de los relatos ni a contar nada más de ellos. Sería injusto destacar unos sobre otros. Lo que sí que voy a hacer es recomendar que os acerquéis a los libros de Mariana Enriquez. Pero hacedlo con cuidado porque puede tener efectos secundarios en forma de pesadillas o visiones, ya que fantasmas, suicidas, pervertidos voyeurs, brujas o, incluso, antropófagos acechan en sus páginas.

Tambien de Mariana Enriquez en ULAD: Las cosas que perdimos en el fuegoAlguien camina sobre tu tumbaNuestra parte de nocheLa hermana menorEste es el marBajar es lo peor

jueves, 23 de febrero de 2017

Gonçalo M. Tavares: Un viaje a la India

Idioma original: portugués
Título original: Uma viagem à Índia
Año de publicación: 2010
Valoración: recomendable

"¡Otra vez tú! ¡Dos días seguidos!" Pues sí, con permiso de mis compañeros de blog, y contando con la paciencia de los lectores, aquí vuelvo a la carga otra vez, y otra vez con un libro de la literatura portuguesa. Y lo hago por un motivo: porque este Viaje a la India de Gonzalo M. Tavares es, de una forma creo que bastante clara y deliberada, una actualización posmoderna y autoirónica de Os Lusíadas de Camões. Así que tenía sentido comentar los dos libros seguiditos, uno bien cerca del otro.

¿Y qué es lo que relaciona las dos obras? Pues para empezar, el género: los dos son poemas épicos, escritos en Cantos y divididos en estrofas numeradas (aunque Tavares, claro, no escribe en octavas como Camões, sino en estrofas de extensión variable y verso libre). En segundo lugar, el tema: un viaje desde Lisboa a la India; aunque aquí comienzan ya las diferencias, porque si Os Lusíadas cuenta el viaje de Vasco de Gama rodeando el continente africano con sus naves, el protagonista de Un viaje a la India, Bloom, que huye de Lisboa perseguido por la sombra de un doble crimen, llega hasta Asia por un camino más cómodo y civilizado: en avión, pasando por Londres y París.

Hay también otros elementos que hacen pensar que Gonzalo Tavares tiene muy presente la obra de Camões (como no podía ser de otra forma, como escritor portugués que es): las peripecias iniciales de Bloom en Londres, perseguido por varios matones, y su buena acogida en París, recuerdan a episodios semejantes de Os Lusíadas, en que Vasco de Gama y su tropa tienen que huir de Mozambique y Mombaça, antes de ser bien acogidos por el rey de Melinde. Y los episodios finales, ya a la vuelta del viaje, en que Bloom se distrae con unas prostitutas parisinas, recuerda una vez más al famoso capítulo de la Isla de los Amores que aparece al final del poema camoniano.

Naturalmente, hay entre las dos obras diferencias más profundas que un simple cambio de itinerario. La más importante es que Os Lusíadas es, muy deliberadamente, una epopeya nacional, mientras que Un viaje a la India es a la vez individual ("no vamos a contar la historia de un pueblo", dice literalmente un verso) y cosmopolita: el protagonista, aunque lisboeta, se llama Bloom (como el protagonista del Ulises, claro), y los pasajes sobre la historia de Portugal y sus héroes han sido sustituidos en la nueva obra por reflexiones de los personajes sobre la vida, la muerte, el amor o las mujeres. (Sí, Un viaje a la India es una obra con un cierto tono machista, o por lo menos macho: la mirada masculina es la única que tiene acceso al texto, y las mujeres que aparecen son casi siempre objetos de deseo y no sujetos de acción).

La otra gran diferencia entre Un viaje a la India y Los Lusiadas es el tono: declamatorio y épico en la obra de Camões (como correspondía a su espíritu y a su época); posmoderna, autoconsciente y levemente irónica en la de Tavares, que hace que la lectura sea sorprendente, llena de pequeñas trampas y giros lingüísticos, poéticos y narrativos. Tanto Bloom (que es al mismo tiempo un aventurero, un proscrito y un viajero diletante) como el narrador, que por momentos asoma la cabecita entre los versos, como otros personajes secundarios, aprovechan las oportunidades que se les ofrecen para bromear con el lector, con otros personajes o con la propia trama.

Y sin embargo, se habría agradecido que hubiera todavía más ironía y parodia (como por ejemplo en otro poema épico contemporáneo, Levante de Cartarescu), porque el Viaje a la India mezcla fragmentos en los que se ve un distanciamiento humorístico del narrador o los personajes, con otros en los que se imparte una cierta sabiduría new age (estamos en la India, al fin y al cabo) que llega a resultar algo cargante en su grandilocuencia. Quizás la búsqueda de grandes frases o versos (esos que luego aparecen citados en montajes con amaneceres en facebook) le haya podido a Tavares, que en cambio cuando se toma menos en serio, resulta mucho más simpático.

Dice la faja que rodea el libro (en Portugal por lo menos) que "algún día se escribirán tesis doctorales sobre los versos de Un viaje a la India". No tengo ninguna duda sobre ello, porque el poema es original, muy posmoderno, atractivo y divertido por momentos, y crea juegos interesantes con la tradición literaria anterior. El problema que le veo, quizás el mayor, es que por momentos Gonzalo M. Tavares parece estar pensando ya en las tesis doctorales que se escribirán sobre su obra, posando para la fotografía, por decirlo así. Y aunque es un gran escritor (uno de los mayores de la literatura portuguesa actual), está mal que se lo crea demasiado.

miércoles, 22 de febrero de 2017

Luis de Camões: Los lusíadas

Idioma original: portugués
Título original: Os Lusíadas
Año de publicación: 1572
Valoración: Ufff

Es difícil enfrentarse ingenuamente, con la inocencia del lector que lee únicamente por placer, a obras que tienen el peso histórico y canónico de Os Lusíadas, de Camões, y más cuando se vive en Portugal, un país en el que todos los niños están, al menos en teoría, obligados a leer esta obra con 14 o 15 años. En la figura de Camões (o como se solía escribir en español, Camoens) se siente todo el peso de la historia y la crítica literaria: desde que fue exaltado por los románticos europeos como gran poeta de la nacionalidad hasta hoy, son miles las páginas escritas (sobre todo, pero no solo, por portugueses) alabando la inventiva del escritor, su estilo, su originalidad, su fuerza poética, su elocuencia.

Y se comprende perfectamente que esto sea así, en cierto modo. Os Lusíadas es, más que ninguna otra que yo conozca, una epopeya "nacional", o sea, de exaltación de la patria y su glorioso destino. El argumento central, que, eso sí, contiene muchos desvíos, narra el viaje de Vasco de Gama desde Lisboa hasta la India, dentro de las campañas de Descubrimientos de los portugueses en Asia. Este viaje se ve entorpecido por la oposición de Baco y ayudado por Venus (en una mezcla de mitología clásica y exaltación cristiana que puede resultar chocante, pero que es muy de su época). Entre los peligros que encuentran a su paso se incluyen las traiciones de los pérfidos musulmanes (Os Lusiadas sería una obra muy del gusto de Trump, si supiese leer), monstruos mitológicos como Adamastor, titán que habita el Cabo de las Tormentas, o las propias tempestades marinas, provocadas (o no) por los dioses. Afortunadamente para los marineros de Vasco de Gama, su llegada a la India tiene premio doble, porque a su regreso son empujados por Venus hasta la Isla de los Amores, donde tienen ocasión de reposar en brazos de bellísimas ninfas.

No seré yo quien ponga en duda la maestría estilística y versificadora de Camões, no solo por escribir un poema de diez cantos en octavas perfectas, sino sobre todo porque la obra tiene fragmentos, sin duda, que dan para leer y releer y disfrutar y analizar cada una de las palabras escogidas, cómo fueron escogidas y colocadas en el poema, y los efectos que se consiguen con ellas. Algunos episodios, como el de Adamastor o el de la Isla de los Amores (que es el más picante de todos, claro), o también algunos pasajes en que la épica deja paso a la lírica, se destacan sobre el conjunto y han sido justamente ensalzadas por la crítica y retomados por la cultura portuguesa posterior.

Y sin embargo, sin embargo... la lectura íntegra y seguida de Os Lusíadas no es, me temo, una experiencia placentera, no ya para un niño de doce o trece años, sino ni siquiera para un lector adulto medio, especialmente uno que no sea portugués. Una parte importante de su contenido (los cantos III y IV, y también el VIII) está dedicado a contar la historia de Portugal, desde su fundación mítica hasta los tiempos de Camões, y a presentar a algunos de sus héroes nacionales, como Viriato, Afonso Henriques o Egas Moniz. Los pasajes en que los dioses discuten sobre el destino de los héroes tampoco son lo más atractivo del poema, por decirlo finamente. Quiero decir que hace falta una sensibilidad poética muy afinada, un patriotismo portugués muy exaltado y/o un gusto muy depurado por los clásicos para que Os Lusíadas no se haga pesado hasta el punto de sentir la tentación de abandonarlo.

En resumen, lo que quiero decir (y de ahí la valoración tan peculiar que le he puesto) es que en esta obra existe una distancia enorme entre el valor filológico de la obra, e incluso su valor estético como monumento de la lengua portuguesa, y el placer que esta obra puede proporcionar actualmente a un lector no académico. No es, desde luego, una lectura adecuada para principiantes, salvo que sea dada en pequeñas dosis y con mucha ayuda. Y me pregunto hasta qué punto muchas de las personas que alaban esta obra como siendo una maravilla del arte literario realmente la han leído, la han entendido y han disfrutado con ella, o si simplemente repiten lo que se les dijo que tenían que decir (algo que, por otra parte, cabe preguntarse de la mayor parte de los grandes clásicos).

Y creo que con esto, he perdido cualquier posibilidad de conseguir algún día la nacionalidad portuguesa.

martes, 21 de febrero de 2017

Kingsley Amis: Cuentos completos

Idioma original: inglés
Título original: Complete Stories
Años de publicación: 2011 (como libro)
Traducción: Raquel Vicedo 
Valoración: está bien

Me temo que para muchos lectores, al menos para los no británicos, el señor Kingsley Amis, de sonarles, no pase de ser el padre de la estrella del rock'n'roll de la literatura inglesa Martin Amis (un indicio algo chusco de lo que escribo: en la entrada de la wikipedia en español correspondiente a Kingsley Amis aparecía hasta hace poco una foto... de su hijo). Confieso que también para mí era apenas poco más que eso. Y sin embargo, el bueno de Sir Kingsley se había ganado su puesto en la historia de las letras inglesas desde los años 50, como representante del movimiento conocido como los Young Angry Men, los "jóvenes airados" que protestaban contra el orden establecido en la sociedad y la literatura británicas (aunque después se volviese menos airado o incluso airado con los que se decían airados. pero eso suele pasar...). Dispuesto a enterarme de primera mano de su valía literaria, me decidía leer, en vez de alguna de sus muchas novelas, este volumen -por lo demás grueso, aunque sólo cuente con veinticuatro relatos en él- de sus Cuentos completos.

Ordenados éstos cronológicamente, según parece, encontramos aquí un poco de todo: los tres primeros se desarrollan en el mismo ambiente, el batallón del Real Cuerpo de Señales en el que sirvió Amis durante la II G. M., y casi los mismos personajes... incluso se podría componer el núcleo de una novela con ellos. Después vienen otros tres, quizás de los mejores relatos de la recopilación (Sangre en las venas, Toda la sangre que hay en mí, Querida ilusión), en los que prima la ironía y el desengaño hacia diferentes aspectos de lo que se parece constituir una cierta visión amable del mundo: el paternalismo "progre" hacia los desfavorecidos, la automitificación del pasado juvenil o el ensalzamiento papanatas de obras literarias de calidad dudosa (supongo yo que estos relatos deben corresponder a la época en la que el autor se estaba distanciando de su pasado de comunista acérrimo y deslizándose hacia una derecha desengañada).

A continuación el volumen nos ofrece otros cuentos que corresponden, en líneas generales, con relatos de ciencia-ficción, otro de los géneros que Kingsley Amis cultivó. Ahora bien, si el primero de ellos Algo extraño, que se desarrolla, en principio, en una remota estación espacial, podría ser considerado como de "ciencia-ficción clásica" (recuerda en algún momento al Solaris de Lem, los siguientes cuatro pertenecen directamente al género del cachondeo: se refieren a unos científicos que inventan una máquina del tiempo y la aprovechan para enterarse de qué va a ocurrir en el futuro con una de sus aficiones preferidas: las bebidas alcohólicas y espirituosas (ésta, la del bebercio, parece que también era una de las actividades favoritas de Amis, que incluso escribió varios libros sobre el tema). El duodécimo cuento también tiene una impronta ci-fi, pero al mismo tiempo entra dentro de otra categoría, la de los relatos "metaliterarios"; se titula Hemingway en el espacio y, como parece bastante evidente, se trata de una parodia de uno de los cuentos africanos del autor norteamericano, pero que se desarrolla en una cacería espacial. Bastante divertido.

Casi todo el resto de los relatos tiene también ese carácter "metaliterario "o "metahistórico". Encontramos desde un Dr. Watson que se dedica a resolver un misterio por su cuenta -y a su peculiar manera- o las aventuras de un agente literario secuestrado por razones misteriosas. E incluso un "metacuento", ¿Quién o qué era?, que se basa en una novela fantástica del propio Amis, El hombre verde. La sección "metahistórica" se ve representada por un relato en modo guionizado sobre la famosa carga de la Brigada Ligera en Balaclava y una ucronía sobre el comienzo -y en cierto modo , el fin- de la II Guerra Mundial, bastante conseguida. Aún así, el interés de todos estos cuentos, pese a estar escritos con la eficacia y pulcritud propias de este autor, es bastante relativo, al menos para el lector no anglófono y sin demasiados conocimientos sobre la historia y literatura británicas... Por ejemplo: ¿realmente es tan intrigante El secreto del Señor Barrett, sobre el padre de la poetisa Elizabeth Browning (y suegro de Robert, por tanto)? Pues para mí no, la verdad (aunque sólo soy un inculto dago...).

Entre este segundo bloque que constituye la mitad de los cuentos, también hay entreverados, cuatro relatos que no tienen este carácter "meta-lo que sea": La casa del promontorio y Boris y el coronel, del género de espionaje  (parece que Amis estuvo involucrado, de una forma u otra, con la creación de las novelas de James Bond), aunque resueltas de forma harto diferente. La vida de Mason resulta ser un sugerente cuento onírico. Y, por último, Un tirón del hilo -tal vez el relato más ambicioso de todos- versa, a partir de la figura de un pastor anglicano que descubre que tiene un hermano gemelo, sobre el libre albedrío, la fe religiosa e incluso el espejismo que puede suponer -o no- la convicción en un destino humano.

Por acabar ya: un libro de relatos escritos con gran corrección, ironía y hasta brillantez en algunas ocasiones, pero a los que, en su mayoría, les falta ese toque, esa vuelta de tuerca (y no me refiero a la consabida sorpresa final o algo parecido), que convierten un cuento interesante en uno bueno o uno bueno en excelente. También es cierto que Kingsley Amis, según reconoce él mismo en el epílogo, destacaba más como novelista que como cuentista: la de la novela era su "distancia".  En fin, pues habrá que leer alguna, a ver qué tal...

lunes, 20 de febrero de 2017

Siegfried Lenz: Lección de alemán

Idioma original: alemán
Título original: Deutschstunde
Año de publicación: 1968
Valoración: está bien


Cuando uno empieza un libro de 500 páginas y ya en su inicio ve que el autor dedica media página en explicar cómo se dan la mano unos a otros en una reunión cualquiera, ve claramente que terminar el libro no será una tarea fácil. Aún así, la fama que precedía al libro y las buenas críticas oídas alentaban los deseos de leerlo y, además, predisponían a que gustara.

La novela se inicia con Siggi Jepsen, un joven internado en un centro correccional para jóvenes inadaptados al que le ponen como deberes una redacción sobre «Las alegrías del deber». El joven se vuelca con la tarea encomendada y no sólo cumple con el propósito de realizarla sino que pone especial esmero en hacerla, y en hacerla bien, cumpliendo así con el título de la propia redacción. El relato que el protagonista desarrolla sirve como pretexto para narrar una historia acontecida años atrás cuando su padre, policía local, recibe el encargo de notificar a un pintor vecino y amigo de la familia la prohibición de pintar basada en la supuesta peligrosidad de las ideas que podría plasmar sobre lienzo. A partir de ahí, el libro nos cuenta las estratagemas empleadas por el artista para seguir ejerciendo su oficio a pesar del veto, el empeño del policía en que se cumpla el decreto y la posición incómoda del joven Siggi al encontrarse en medio de un conflicto entre su padre y la amistad que tiene con el pintor. Esta situación causa múltiples tiranteces a lo largo de la historia que son explicadas desde el punto de vista del joven. Asimismo, se añade a este conflicto la aparición de un personaje del entorno familiar buscado por la policía por traición y fuga al que se intenta ocultar para evitar su captura. Éste es el escenario planteado por el autor, en resumidas cuentas.

De esta manera, se nos expone el argumento nuclear que el libro pretende tratar: el deber. Y lo hace a partir de tres puntos de vista: la prohibición al pintor, la necesidad de cumplir con sus obligaciones del padre y la posición intermedia del hijo a quien el padre le pide que haga de delator mientras el pintor le pide que le guarde las obras para evitar que sean destruidas. Con este planteamiento el autor nos relata una metáfora sobre lo sucedido en la época del dominio nazi. ¿Hasta qué punto debemos cuestionar la corrección de las acciones si ejecutarlas es lo que se espera de nosotros? ¿Debe prevalecer el cumplimiento de nuestras obligaciones cuando son más que cuestionables? ¿Debemos realizar aquello a lo que estamos obligados sin reparar en si es lo adecuado? El desarrollo de «las alegrías del deber» planea sobre toda la historia narrada al cuestionar si debemos ejecutar las tareas que se esperan de nosotros únicamente por sernos encomendadas, sin realizar un análisis, sin cuestionar la idoneidad sobre si llevarlas a cabo es nuestro deber. Ésta es la idea que planea a lo largo de la historia y sobre la cuál gira toda la narración. Así, el libro es un ejemplo de la censura, el miedo, las estratagemas y las fricciones entre libertades y prohibiciones.

En cuanto al estilo de la narración, cabe decir que no es fácil entrar en la lectura de este libro. Altamente descriptivo, con un desarrollo muy lento con párrafos donde la acción no avanza y donde el propio autor se dedica, no sólo a describir, sino también a hacer evidente que nos está detallando la acción. A medida que uno progresa en la lectura, tiene la sensación de irse apartando de la misma, perdiendo implicación. Esta sensación se mantiene durante gran parte del libro y, desgraciadamente, uno tiene que esperar hasta llegar a su último tercio para que finalmente la narración coja algo de impulso. Y es que hasta llegar a este punto, más allá de una historia con un buen planteamiento y trama, hay mucho texto, mucha descripción pero realmente poca acción, pasando por muchas páginas de idas y venidas y cierta reiteración en la idea principal. Afortunadamente, al llegar a la última parte, el libro aumenta su interés y mejora considerablemente.

La cuestión final, como lectores, más allá de la moralidad de lo planteado, es si el libro cumple con su cometido. Mi respuesta es que a medias. Para mí no es necesaria tanta prosa para tratar una idea simple en exposición pero compleja en justificación. Demasiado texto, excesiva descripción y desmesura en elementos sobrante para hacernos partícipes de tal planteamiento. Probablemente, alguien coetáneo al autor como, por ejemplo, Thomas Bernhard lo hubiera resuelto mejor y sin tanta palabrería. Aun así, es un libro que nos plantea un conflicto interesante y que, más allá de su ritmo lento, está escrito con gran habilidad utilizando una prosa que permite que su lectura sea fluida y del agrado de quienes busquen un libro bien escrito sin necesidad de que tenga un alto ritmo de narración.

También de Siegfred Lenz en ULAD: El desertor

domingo, 19 de febrero de 2017

Jorge Riechmann: Peces fuera del agua

Idioma original: español
Año de publicación: 2.016
Valoración: Se deja leer (pero hay que ser un poco generoso)


Alguna vez habrá que escribir una metaentrada sobre cómo y por qué elegimos los libros que leemos (hasta es posible que ya lo hayamos hecho, pero la verdad, no me he molestado en indagar). En el caso particular, este libro estaba bien situado en un expositor donde suelen colocar títulos recientes e interesantes. Me fío bastante de ese expositor en concreto, me decidí a echarle un vistazo y, en efecto, lo que vi me resultó atractivo. Parecía un libro atípico: un señor que yo no conocía en absoluto escribía cosas en cortos párrafos separados por encabezamientos (no encabezados) en negrita y en minúsculas, en un vistazo muy rápido se veían comentarios acerca de la sociedad actual, el capitalismo, el medio ambiente. Tenía pinta de transgresor, de diferente.

Y la verdad es que esa impresión de la primera ojeada responde bastante a lo que uno se encuentra cuando lee, ya en casita y con más o menos tranquilidad, ‘Peces fuera del agua’. Nada más empezar nos encontramos con unas cuantas páginas con citas de intelectuales, activistas, eruditos, blogueros y articulistas sobre cosas muy actuales, algunas de cierto calado filosófico o sociológico, otras son más bien ocurrencias, reinterpretaciones, también algunos datos objetivos sobre nuestra civilización, un poco de todo.

Terminan las citas pero el esquema general continúa. Ahora es el propio Riechmann el que va tocando asuntos diversos, la mayor parte de las veces apoyado en textos o reflexiones de otros autores, algunos célebres (no sé, desde Tucídides o Max Weber, hasta Terry Eagleton o Lewis Mumford, a quien tendremos en ULAD dentro de poco), y otros perfectamente desconocidos para los que somos ajenos al mundillo del pensamiento. Las referencias son amplísimas, a veces de otros libros, revistas, mails privados, artículos de prensa, blogs, de todo. A veces parece que estemos leyendo un híbrido entre diario y libro de citas: hoy leo un libro y comento un párrafo, mañana es un correo que me manda un colega, otro día lanzo una idea que se me ocurre.

Bueno, y ¿de qué habla ‘Peces fuera del agua’? Pues, dado el formato, como digo, de casi todo lo divino y o humano. Si tomamos como idea principal del libro la que más se repite, diríamos que anuncia nada menos que el fin de la civilización, el ‘ecocidio’ y el genocidio que tendrán lugar en la segunda mitad del siglo XXI (‘el siglo de la Gran Prueba’), el colapso de la sociedad industrial, el agotamiento final de las fuentes de energía, todo ello causado por el ‘tanatocapitalismo’ global digital financiarizado -por resumir un poco. Esta línea de pensamiento se repite cada pocas páginas, a veces más enfocado desde el punto de vista ecológico, otras desde una perspectiva más política (Riechmann tampoco se corta definiéndose como anticapitalista, ecosocialista, ecofeminista y animalista). Ilustro la cuestión con un ejemplo que también se repite varias veces: cuenta el autor que –se supone que conceptualmente- el Titanic ya estaba hundido antes incluso de avistar el iceberg, y lo mismo nos pasa a nosotros: la catástrofe es ya inevitable, pero aun así debemos luchar por minimizar los daños en lo posible. Mucho, eh?

Alrededor de esta negra visión se arremolinan mil y un reflexiones sobre temas más o menos conexos: la degradación de la democracia, la tecnociencia, datos acerca de la destrucción de la naturaleza, la desigualdad, el consumismo. Vamos, que no rezuma optimismo la lectura, lo cual tiene bastante lógica si tenemos en cuenta que don Jorge considera al ser humano un ‘simio averiado’ –concepto también reiterado en unas cuantas ocasiones. En un tercer círculo encontramos a su vez reflexiones sobre temas digamos más habituales en el ámbito de la filosofía y el pensamiento: la razón, el autoengaño, el poder de la lucha… En esta zona, Riechmann se muestra más pausado, aunque sin abandonar una cierta acidez irónica que, a fuerza de impregnar todo el texto, acaba resultando un poco cansina.

Y la verdad es que entre esta acumulación de fragmentos de pensamiento y pequeñas explosiones pasadas por el tamiz del ingenio hay algunas cosas que no dejan de tener su interés, y hasta algunos pasajes brillantes (el valor de la poesía, o un divertido párrafo en el que reúne a Sade, Nietzsche y Rimbaud). Aunque también hallamos algunos comentarios que merecen calificarse directamente de majaderías. 

El problema es que las casi 350 páginas se convierten en un muestrario más o menos aleatorio de erudición –y que se note- mezclada con ocurrencias, aforismos y apuntes, un paisaje ideológico abierto y bastante deprimente que nunca termina de constituir un cuerpo teórico coherente. Seguramente, uno es demasiado clásico como para saber apreciar el valor de esta pléyade de sentencias dispersas, pero me da la impresión de que el libro, pese a recurrir a montones de argumentos de autoridad, acaba pareciendo una interminable sucesión de tuits: y con ese formato, pese a que entre ellos encontremos algunas ideas valiosas, el conjunto termina siendo perfectamente prescindible.


sábado, 18 de febrero de 2017

E.L. Doctorow: Cómo todo acabó y volvió a empezar

Idioma original: Inglés
Título original: Welcome to Hard Times
Traducción: Antoni Pigrau
Año de publicación: 1960
Valoración: Muy recomendable

¿Cómo es posible que haya estado tantos años sin haber leído nada de E.L. Doctorow? Me entran ganas de ceñirme un cilicio al cuerpo y no quitármelo hasta que lea su obra completa. Pero tampoco seamos tan dramáticos. Somos jóvenes y tiempo habrá de volver a leer a Doctorow.

Todo esto viene al caso porque este "Cómo todo acabó y volvió a empezar" (por cierto, imperdonable no haber respetado el título original) ha sido mi primer libro del estadounidense y he de admitir que ha sido todo un descubrimiento, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de la primera novela del autor, escrita con menos de 30 años.

Pero, ¿a qué viene tanto entusiasmo?

Se trata de una novela del Oeste, ambientada en los primeros tiempos de la colonización, que rompe con los tópicos del género, sobre todo con los que desde el cine nos han hecho llegar y que forman parte de nuestro imaginario colectivo. Aquí no hay indios de pacotilla ni valientes vaqueros ni heroicos pioneros. Lo que hay son un puñado de personajes bien construidos que, con sus contradicciones, resultan sumamente creíbles.

Se trata, además, de una novela ágil, entretenida y de fácil lectura. Y, pese a esta fácil lectura, es una novela en la que la poética del desierto, de los espacios abiertos, está muy presente. Uno, por un lado, siente la inmensidad de la llanura, el frío, el polvo. Por otro lado, también percibe el miedo, la soledad, la angustia de los protagonistas.

Vale, y ¿de qué trata la novela?

Trata de la caída, auge y caída de Hard Times, una pequeña población en medio de la nada. Pero, sobre todo, de la cobardía, de la esperanza, de la carga del pasado y de la búsqueda de una posible redención.

Pero eso es casi lo de menos porque, como casi siempre, lo que importa no es tanto el qué sino el cómo. Y, en este caso, cómo nos cuenta Doctorow la historia de Hard Times y de sus habitantes es una maravilla.

También de E.L. Doctorow en ULAD: Homer y LangleyBilly Bathgate, Todo el tiempo del mundo, La gran marcha

viernes, 17 de febrero de 2017

Chimamanda Ngozi Adichie: Todos deberíamos ser feministas

Idioma original: inglés
Título original: We Should All Be Feminists
Año de publicación: 2015
Traducción: Javier Calvo
Valoración: muy recomendable

Disculpadme. Cincuenta páginas que se leen en media hora también son un libro. O vamos a hablar de promedios, 300 páginas o así, y si aplicáramos proporciones la TochoWeek hubiera sido TochoMonth, con una semana por reseña y al amigo Koldo CF su aventura con Proust le hubiera reportado un mes de omnipresencia aquí.

Debo decir, además, que no suelo estar muy de acuerdo con los inventos editoriales consistentes en el aprovechamiento de obras de escritores de éxito. Por ejemplo, no comprendo el revuelo de Esto es agua de David Foster Wallace, un texto que si destaca por algo dentro de la obra del autor es por su sencillez y asequibilidad (ergo: no es representativo).

Pero debo saltarme un poco estos prejuicios con Todos deberíamos ser feministas. Primero, porque Ngozi Adichie, solamente 39 años cuando escribo esto, aún no es una escritora absolutamente consagrada. Empieza a sonar con mucha insistencia hace un par de años y la gente de Mondadori empieza a recuperar sus escritos, pero es, de momento, una autora que empieza a ser difundida. Segundo, porque el texto que nos ocupa cuenta con su beneplácito; más aún, es una adaptación de un discurso en una de esas charlas TED que tanto movilizan a la gente de ciertos ámbitos (intelectualidad alternativa, ejem). Y tercero, porque desde el título hasta las intenciones, y provocadores de polémicas varias desde los comentarios anónimos vayan preparando los trastos de matar, no pueden ser más certeros y sus intenciones más inapelablemente loables. Ngozi Adichie adopta un tono coloquial, directo, una exposición muy poco dada a lo científico o a lo intrincado, y desgrana ejemplos de sus vicisitudes como mujer y escritora en una sociedad, la de Nigeria, su país de origen, cargada de preconcepciones y tradiciones de arraigo sexista, pero también en la de Estados Unidos, su país de adopción. Detallar las amenas anécdotas que sazonan el texto sería sencillo. Todas ellas de una cotidianidad pasmosa, pero también de un calado en el lector que deja huella. Puede que se trate de un texto menor y puede que se trate de una anécdota dentro de una obra más panorámica y ambiciosa, pero merece la pena su lectura, un análisis de su mensaje, y su posterior interiorización y asimilación. Aunque sea para que nos demos cuenta de que hay mucho camino por recorrer. 

Y ahora, presentada la autora, vamos a responder por fin, la llamada desde mis estantes de pendientes que, hace un par de años, lleva haciéndome Americanah.

jueves, 16 de febrero de 2017

Markus Orths: La camarera

Idioma original: alemán
Título original: Das Zimmermädchen
Año de publicación: 2008
Traducción: Mª José Díez Pérez
Valoración: está bien (creo)

Si hacemos caso a este magnífico blog en el que ahora escribo (y debemos hacerle caso SIEMPRE), Markus Orths puede ser un escritor descacharrante, perteneciente a ese ¿sorprendente? combo de escritores alemanes de humor que rondan la cincuentena -por citar tan sólo algunos reseñados aquí: David SafierTimun Vermes o el algo más joven Soboczynski- y que en los últimos tiempos se han ido publicando también en castellano. Bien, como hasta ahora yo no había leído nada de este caballero, no dudo de que sea la monda si se lo propone. Pero también tengo claro que en esta novela corta, La camarera, no pretendía serlo, de ninguna manera; muy al contrario, el efecto que produce en el lector este libro es de bastante tristeza e incluso no poco desasosiego.

La protagonista es una mujer joven, Lynn Zapatek, que sale de una clínica psiquiátrica donde ha estado recluida seis meses -no se nos dice por qué, pero enseguida nos queda claro que sin duda se debió a una causa más que justificada- y ante su falta de fondos y su forma obsesiva de dedicarse a la limpieza doméstica, decide dedicarse a una actividad laboral acorde con sus "cualidades": limpiar habitaciones en un hotel (algún indicio nos puede hacer suponer que también es a lo que se dedicaba o al menos en algún momento, antes de su ingreso en la clínica, aunque eso no tiene la menor importancia para el desarrollo de la historia). En ese trabajo, Lynn disfruta como una loca... eeh... perdón, quiero decir que su dedicación obsesiva al mismo (y hay que emplear la palabra OBSESIÓN con mayúsculas), combinada con la contemplación -por no decir inspección o registro- de los enseres de los clientes del hotel, lo que le permite elucubrar sobre sus personas y vidas, le proporcionan un "relleno" de su tiempo tranquilizador para su psique, preocupantemente escorada hacia el autoextrañamiento y el vacío existencial. Ahora bien, como cabe adivinar, inmiscuirse de estrangis en las vidas ajenas tiene su complicaciones, cuando se pasas ciertos límites... que no voy a desvelar aquí, tranquilos.

La novela, pese a su brevedad -en realidad es poco más que un relato o cuento largo-, o quizá por eso mismo, resulta de lo más intensa, impresión a la que contribuye, sin duda, un estilo pulcro, conciso pero certero, además, claro está, las características de la propia historia que nos cuenta. Cierto es que el autor también se podía haber decidido a tirar por alguno de los caminos que la historia abre o apunta; algunos recuerdan el trabajo de la fotógrafa y escritora Sophie Calle, por ejemplo. También, en algún aspecto, la novela de Sara Mesa Cicatriz (aunque en todo caso sería al revés, pues ésta es posterior a la que comentamos hoy): en La camarera asistimos de igual manera a cómo un personaje femenino se deja arrastrar por un comportamiento que se convierte en claramente peligroso o al menos pernicioso para ella misma. Aunque si el de la protagonista de esta novela tiene como causa un trastorno mental, la de Cicatriz se deja llevar por el delirio ajeno tan sólo porque le falta un hervor, o eso parece... En fin, por último, la Lynn de Orths también puede considerarse, aunque no se exprese de forma explícita, como un espejo en el que se refleja la alienación de las vidas contemporáneas en el mundo desarrollado, aunque el escritor tampoco insista mucho en este punto; puede que con dejar alguna que otra pincelada indirecta resulte suficiente...

La mayor pega que se le puede poner a La camarera, creo yo, es precisamente que en el momento en el que uno está más inmerso y hasta casi subyugado por la historia, es cuando se acerca su fin, de forma que cuando llega, aun sin que sea de manera brusca o inesperada, deja cierto regusto a interrupción, a que nos han dejado sin postre... (al menos, esa fue mi sensación que, por supuesto, es ante todo subjetiva). De ahí también lo complicado de entrar a valorarla: si ya me supone, en ocasiones, una tarea ardua, con libros como éste la cosa se pone peliaguda: un "está bien" quizás sea excesivo para una novela que me ha dejado con la miel en los labios, pero un "se deja leer" y no digamos un "decepcionante" serían de toda manera injustos. Bueno, pese a lo afirmado en la primera frase de la reseña, está claro que no se puede acertar siempre... que quien quiera lea el libro y se haga su propia idea; al fin y al cabo, ésta es siempre la más fiable de todas.


Otros títulos de Markus Orths reseñados en Un Libro Al Día: La sala de profesores



miércoles, 15 de febrero de 2017

Ray Loriga: Ya sólo habla de amor


Idioma original: español
Año de publicación: 2008
Valoración: exasperante

Pedía la multitud: variedad en las valoraciones. 
Digo yo: podemos elegir entre toda la porquería que se publica. Pero es que hay autores que son toda una garantía.


Raylorigafacts #4. Niuyorkear, verbo que Loriga estaría encantado de haber creado si no sonara a palabra inventada para un anuncio de snacks.

Raylorigafacts #5. Oído a Christina Rosenvinge (antes del divorcio) en un desayuno con amigas en una cafetería mega chic en la planta setentaynosécuantos: "La manía esa de Ray de acostarse sin haberse aclarado el pelo de los potingues que se mete. Lo poco que gano en un disco se me va en lavar fundas de almohada." Dijo. "Estoy fatal." Añadió.
Raylorigafacts #6. Dijo una vez: "Ahora (no es esta) he escrito una novela juvenil porque necesitaba dinero."

¿Ahora?

Uno de los problemas de Loriga: su incapacidad para que sus libros le dejen atrás como personaje, y de darse cuenta de que repetirse con fruición no es crear un universo propio. Que parece que el narrador tenga que ser el tipo con las sempiternas Rayban con cristal forma de pera y barbita fumanchú. Porque observo que de forma desapercibida sus libros van publicándose, ya tenemos una pila (para escribir esta reseña-bajo-demanda he tomado los tres que había en la biblioteca y me he decantado por el que tenía una frase más positiva de todo un NY Times: "Loriga es la estrella del rock de las letras europeas" - ¡ja!) y hay que preguntarse por qué. Wonder why
Cómo posa el tío en las fotos, por eso. Fuma. Se tatúa desde antes de que fuera moda y lleva anillotes con calaveras que pesan lo suyo. Gusta de fotografiarse con pose inclinada con algún callejón de mala muerte al fondo, pero luego escribe en un reluciente Mac de 3.500 euros, que tiene en un rincón preferente e impoluto del salón, como diciendo "esto me lo he comprado con el fruto de mi talento". No. "Con la sangre que brota directamente desde mis sienes al papel". 
Pero lo cierto es que Loriga escribe como Javier Marías en pleno ataque de hemorroides. Su novela hace aguas por todas partes. Ésta, y me temo que ya voy convenciéndome de que todas. La manía de crear personajes literalmente inexistibles. Sorry about the word. La cuestión de esa separación suya entre párrafos donde acaba aislando siempre el peor de todos, dos líneas grandilocuentes, para que luzcan. La insoportable auto-adulación fruto de su obvio buen gusto para las referencias y su terrible decisión de que, si Kafka, Walser o Joyce pudieron hacerlo, qué tienen ellos que no tenga yo. Terrible porque parece haber enredado a alguien, algún directivo de importante editorial que supongo que decidió firmarle un contrato prolongado justo antes de la crisis. Qué otra explicación cabe. 
La mencionada elección de los personajes trasuntos de sí mismo. El de esta novela es Sebastián, un traductor crítico e inédito de poesía que acaba de pasar por un divorcio y se inventa un alter-ego que es un jugador de polo argentino (¿eeeehhh?). Que le hace compañía, pero no tanta, porque no existe. Joder, la cosa empieza a liarse.
Entonces lo de la trama. O lo que se deduce que puede definirse como tal de entre ese amasijo de verborrea pretenciosa e incomprensible. Parece que el hombre arrastra el trauma del divorcio, que le ha acarreado pérdida de prestigio y de otras cosas. Habla de un contable en algún momento. Acude a una recepción en una embajada y todo lo que le rodea es un oropel del que él pretende prescindir. Se pasa cien páginas muy joyceanas dudando sobre sacar a bailar a una moza. No nos hagamos ilusiones de conocer los motivos. Inicia un diálogo con Christian, un suizo que parece pretender a la misma moza y le pide permiso para abordarla. Y él duda y se somete a cábalas sin fin y para eso necesita casi 200 páginas. Así que no le exijamos coherencia a este ejercicio. Porque encima Loriga tiene una peculiaridad curiosa; cada vez que parece que el libro se va a hacer legible, que algo empieza a fluir, lo estropea de alguna manera volviendo a recargar los párrafos y a complicar sus mensajes. Un criterio muy discutible, el suyo, y ya cuando chocamos con el criterio, mal vamos: parece que Loriga se guste más a sí mismo cuanto más insoportable es para quien lo lee.
Ya con estos precedentes invocar cuestiones de mayor calado para el lector exigente como ritmo, estructura, interés de la temática, trascendencia de la historia y otras chorradillas... mejor pasemos de puntillas sobre ello. 
Porque lo peor de esta lectura es su desprecio total por lo que pueda pensar el lector. Un desprecio que no tiene pizca de gracia. Hasta libros infumables por ligeros tienen momentos en que su autor claudica y demuestra sus limitaciones. Para mi desesperación, Ray Loriga no cede en su propósito de enlazar una tras otra frase cargada sin otra finalidad que llenar espacio. Y se hunde irremisiblemente en el fango. Aunque este libro parezca responder a un íntimo proceso catártico para superar su propia situación personal, cuestión que en otras circunstancias ha aportado grandes obras, aquí nada justifica este desastre absoluto, que no merecería trascender del disco duro o el cajón de un narciso onanista. Lo siento, pero hasta nunca, Ray.

También de Ray Loriga en ULAD: El hombre que inventó Manhattan, Héroes

martes, 14 de febrero de 2017

Colaboración: Las transiciones de Vicente Valero

Idioma original: Castellano
Año de publicación: 2016
Valoración: recomendable

Cuando Vicente Valero (Ibiza, 1963) se viste de narrador sigue ejerciendo de poeta.  Por la cadencia de sus relatos, por las atmósferas que van envolviendo al lector, por la ligereza en la que parece flotar lo contado, como si los acontecimientos fuesen apenas un rasgo anecdótico de los personajes. Y por la coherencia y precisión del lenguaje; pareciera que en Las transiciones importase más la manera -cómo se nos cuenta- que lo contado en sí; en apariencia un puñado de anécdotas de final de infancia e inicio de juventud de un grupo de compañeros de colegio y amigos.

En realidad, se trata de una sutil y perspicaz crónica de un momento histórico en que las mentalidades, los modos de vida, las maneras de ejercer el poder mutaron y pasaron de una generación a otra de manera fulminante, profunda e irreversible. También en una pequeña ciudad, portuaria e insular, conservadora y levítica, plácida y amable, de la España de los años 70 del siglo pasado como es la Ibiza escenario de estas transiciones.

“…el destino de la isla cambió de manos en sólo unos meses y sin necesidad de hacerlo más allá de las paredes de aquel casino provinciano, simplemente pasó de los vetustos salones con sofás y butacas de terciopelo, donde se llevaba siempre corbata o uniforme, se hablaba en voz baja y con gesto serio, se bebía té o café con leche, hasta la barra del bar donde se vestía de manera informal, se estaba de pie, se jugaba a los dados, a menudo vociferando, y se bebía siempre el mismo whisky escocés.” (p.105)

Bien, es cierto, quizás la transformación no fuese tan profunda; el poder sí cambió de manos, que no de apellidos.

La brevedad, apenas poco más de cien páginas, ayuda a darle al relato ese aire de evocación, de historia susurrada al oído, de confidencia compartida. Como también los diferentes momentos cronológicos, hasta tres distintos, en los que se articula; el autor que escribe ahora sobre un suceso ocurrido hace veinte años que le incitó a recuperar los recuerdos compartidos con los compañeros con los que cruzó de la infancia a la juventud, otros veinte años atrás: “Cuando uno abre la puerta a los recuerdos, sobreviene un torrente de imágenes que acaba por desbordarse, y yo estaba en aquel momento y en aquel lugar…” (página 18).

De manera que Las transiciones es una composición con trazos de hitos históricos y de recuerdos personales, de adultos obtusos y temibles pero también resignados y condescendientes, de pinceladas de primeros amores y sustos y miedos, del descubrimiento de la complicidad y de la agresividad, del erotismo y de las drogas, de la frustración, la sospecha, las desapariciones, los olvidos. Es decir, la materia -en este lugar y aquel momento- con la que nos tocó a los benditos del baby boom crecer, formarnos, vivir.

Firmado: Carlos Ciprés

lunes, 13 de febrero de 2017

Lucía Baskaran: Partir

Idioma original: Español
Año de publicación: 2016
Valoración: Recomendable

Muchos podrían calificar esta primera novela de Lucía Baskaran como "novela generacional". Sí, Victoria (la protagonista y, seguramente, alter ego de Baskaran) es una mujer de su tiempo, las referencias a Internet, foros, Twitter, Facebook y demás son continuas y las situaciones que vive Victoria son similares a las que podría vivir cualquier joven de hoy en día. 

Pero, en mi opinión esta es, más que el retrato de una generación, una novela de formación o de aprendizaje, una Bildungsroman del siglo XXI, un aprendizaje "a hostias", si queréis, pero aprendizaje al fin y al cabo. Porque la novela es la historia de Victoria, una joven que quiere comerse el mundo y que casi termina devorada por el. Asistimos al final de la adolescencia y entrada en la ¿madurez? de Victoria a través de dos momentos separados en el tiempo, como son la llegada a Madrid para continuar sus estudios y la ruptura de su relación con Él, marcados ambos por ilusiones, deseos satisfechos a medias o insatisfechos, miedos, inseguridades, frustraciones, etc. 

Y este proceso de aprendizaje nos lo muestra Baskaran de forma honesta, descarnada, cruda, sin adornos: las crisis son crisis, el sexo es sexo y las ganas de follar son ganas de follar. Esta naturalidad a la hora de narrar, así como la división del libro en breves capítulos, apenas secuencias, hace que la lectura del libro sea sumamente ágil y entretenida. Por contra, provoca también que algunas de las situaciones (relaciones con padres y hermanos o alguna otra que no desvelaré) y personajes (amigas o compañeras de estudio) apenas estén desarrollados o sean prácticamente intrascendentes para el desarrollo de la historia. Por otra parte, la reciente moda de la autoficción quizá haga que el libro peque de cierta falta de originalidad, aunque esto no se deba a la propia novela, sino a mi propia saturación (mea culpa).

Pero lo que no se puede negar es que Lucía Baskaran, desde esa honestidad, ironía y ligero alejamiento respecto a lo observado, tiene una mirada acerada que logra registrar de manera convincente sensaciones o estados de ánimo propios de una de la etapas más complicadas, a nivel emocional, de nuestras vidas. Esta mirada nos deja, además, una serie de frases de esas que vas subrayando hasta que dejas el libro como si fuesen los apuntes del instituto.
"Una de las primeras lecciones que aprendí fue que nada importa demasiado, pero que es muy importante actuar como si todo fuese de gran relevancia"
 "Con los años descubrí que leer compulsivamente no te hace más inteligente, solo más infeliz"
"Mi trayectoria había sido morirme del asco durante los primeros trece años de mi vida para después segur muriéndome del asco en los momentos en los que no estaba follando o masturbándome"
En resumen, un debut interesante de una autora a la que daremos, seguro, una segunda oportunidad en el futuro.

domingo, 12 de febrero de 2017

Reseña a cuatro manos: El gigante enterrado, de Kazuo Ishiguro

Idioma original: Inglés
Título original: The buried giant
Traducción: Mauricio Bach
Año de publicación: 2015
Valoración: decepcionante

Hay que reconocer que Kazuo Ishiguro es un escritor valiente. Y es que tras haber escrito libros maravillosos, como Los restos del día o Nunca me abandones, podría haber caído en la autocomplacencia y en la casi irresistible tentación de escribir una y otra vez el mismo libro. Pero no. Además de torturar a su seguidores (e imagino que también a sus editores) con diez años de espera, resulta que les sorprende con una novela que no tiene absolutamente nada que ver con las anteriores.

Porque El gigante enterrado es, a primera vista, una novela de "aventuras" ambientada en la Edad Media, con sus caballeros artúricos, guerreros, dragones, venganzas, traiciones, etc (Tranquilos, Ishiguro no se ha convertido en un trasunto de George R. R. Martin o de Tolkien...). Digo a primera vista porque la novela es, o al menos lo pretende, una metáfora sobre la memoria o el olvido en el más amplio sentido de la palabra: memoria individual, memoria colectiva, memoria histórica... incluso sería una metáfora política (al menos, en España), si se le quiere dar esa lectura.

Una niebla de olvido ha cubierto el territorio en el que se desarrolla la novela, esa niebla ha contribuido decisivamente a que se haya extendido una paz casi total, a nivel individual y colectivo, pero la semilla de la venganza está plantada, solo resta que el terreno sea fértil para su crecimiento. Y así surgen las dudas y los personajes se preguntan cuestiones como:
Pero también me pregunto si lo que sentimos hoy en nuestros corazones no es semejante a esas gotas de lluvia que siguen cayendo sobre nosotros desde las hojas empapadas que tenemos encima, pese a que en el cielo ya hace rato que ha dejado de llover. Me pregunto si, sin nuestros recuerdos, lo único que le espera a nuestro amor es apagarse y morir
¿Quién sabe qué sucederá cuando hombres con facilidad de palabra relacionen antiguos agravios con un nuevo deseo de tierras y conquista?
El problema que, en nuestra opinión, tiene la novela es que el fondo está por encima de la forma (Ojo que Ishiguro  sigue escribiendo tan bien como lo hacía hace 20 años, al menos en lo que se refiere al dominio del párrafo y a la exquisitez de su prosa). Si decimos que el fondo está por encima de la forma es porque el planteamiento puede ser muy bueno (de hecho, nos parece que lo es), pero el vehículo utilizado para llevarlo a cabo no nos parece ni el más idóneo ni el mejor desarrollado. Si en otro momento imitar el estilo pulcro y hasta relamido de la prosa victoriana resultó una idea excelente, en esta novela, la pretendida sencillez de los romans medievales o incluso los cuentos tradicionales no parece acabar de casar con una novela que se va complicando, pero en ocasiones de forma algo gratuita. 

De hecho, la historia resulta un tanto "tramposa", con varias vueltas de tuerca que la alargan innecesariamente, con algunas lagunas (y no la Estigia precisamente) que le restan credibilidad, con personajes que no aportan gran cosa, situaciones rocambolescas... por momentos incluso se diría que el autor ha echado mano, para crear la trama, de uno de aquellos entrañables libros de Elige tu propia aventura. Por ejemplo (y perdón si esto es un spoiler):

-Os están atacando cientos de duendes que salen del río. ¿Qué harás?

A- Luchar con ellos para salvar a una anciana que no conoces de nada (vete a la página 62)
B- Pelear para ayudar a tu adorada esposa (vete a la página 70)
C- Salir por pies y no volver la vista atrás (vete a la última página. Has ganado)

Lo mismo si te encuentras a un perro del Infierno, a unos ogros caníbales o a los soldados de un malvado Lord (y no, esto tampoco es Shrek)...

Y en éstas, Ishiguro se demora 400 páginas; ya sabemos que Ishiguro es lento, moroso y con tendencia al detalle (lo cual en otros libros ya mencionados es parte de su encanto), en una historia que, en el fondo, no deja de ser un cuento largo. Aunque eso no justifica el trote cochinero que le inflige a la narración durante buena parte de la misma, en especial en su primer tercio, ni los diálogos reiterativos, los momentos en que la acción parece enredarse en bucle sobre sí misma..Por lo menos, esta manera de narrar, pausada y un tanto errática, cuando no provoca el sopor del incauto lector le va como anillo al dedo a alguno de los mejores hallazgos de la novela, que es la aparición, de vez en cuando, de momentos de una singularidad onírica interesante, como si se tratase de la inesperada plasmación de los miedos y recuerdos de los protagonistas.... o los arquetipos del célebre "inconsciente colectivo". Pero vaya, que tampoco es que estemos leyendo el guión de una película de Bergman... más bien, en la mayoría de los casos, vamos deambulando por el reino de Ooo junto con Finn y Jake. Sólo faltan el Rey Hielo y la princesa Chicle.

Se puede hablar también, claro (se debería de hablar), del ciclo artúrico, de Steinbeck, de los mitos griegos y de muchas otras referencias que sin duda están presentes en El gigante enterrado. Pero al final de la lectura da lo mismo porque lo que queda es una sensación amarga, sobre todo sabiendo cómo puede llegar a escribir Ishiguro. Y es que este  El gigante enterrado se queda a medio camino entre un divertimento, un pastiche y el simple mareo de perdiz y lo que en otro escritor podría ser un libro aceptable resulta, en este caso, francamente decepcionante.

Fdo.: Juan G.B. y Koldo CF

También de Kazuo Ishiguro en ULAD: Un artista del mundo flotanteNunca me abandonesLos restos del díaNocturnos

sábado, 11 de febrero de 2017

Ta-Nehisi Coates: Entre el mundo y yo


Idioma original: inglés
Título original: Between the World and Me
Año de publicación: 2015
Valoración: muy recomendable


Andan tiempos algo convulsos en E.E.U.U. últimamente. Y no parece que la victoria de Trump vaya a ayudar a mejorar la situación, al menos en lo que atañe el tema que trata este libro: el racismo. A pesar de los intentos de avanzar hacia una sociedad más igualitaria y sin divisiones por motivo de raza, queda aún mucho camino por recorrer, tal y como evidencian casos como el tiroteo de Charleston, los altercados entre policía y comunidad afroamericana en Baton Rouge, Minneapolis, y otros tantos que llevaron a realizar grandes actos de protesta y disturbios en Ferguson. Hasta el propio Obama reconoció que «hemos visto tragedias como ésta demasiadas veces». El movimiento «Black lives matter» coge fuerza en Estados Unidos y parece que no faltan razones ni sobran motivos.

El magnífico libro que nos ocupa, publicado en 2015 y ganador del premio National Book Award de no ficción ese mismo año, nos ofrece una fotografía reciente del conflicto existente entre la comunidad blanca y la negra. Objetivamente no es que nos cuente nada que no sepamos (o que no debamos saber ya a estas alturas) sino que lo que nos ofrece el libro, más que quitarnos las posibles vendas que aún podamos tener en los ojos, es la visión particular del autor ante tal situación. Escrito a modo de ensayo, describe y narra en clave epistolar del autor hacia su hijo los sentimientos que puede albergar una persona negra en Estados Unidos y las dificultades con las que se encuentra por causa del color de su piel. De esta forma, y haciendo un breve repaso de las desigualdades que ha sufrido la comunidad negra a lo largo del tiempo desde sus épocas de esclavitud, el autor se ciñe en la reciente historia para detallarnos un país con una imagen muy diferente de la que se nos quiere transmitir a través de películas, anuncios, etc., es decir, una sociedad hecha, dominada y moldeada a medida por y para los blancos.

Lo que más atrae del libro es conocer qué significa haberse criado y vivir actualmente en E.E.U.U. desde el punto de vista honesto (y en parte autocrítico) del autor. Nos retrata, partiendo de su infancia en un barrio marginal de Baltimore, la incomprensión del mundo en el que vive, el despertar cultural experimentado al ir a la universidad y la necesidad de expandir no sólo su mundo interior e intereses sino la relación con otras razas, comunidades y pensamientos más allá de lo que su entorno familiar delimitaba. El descubrimiento de la figura de Malcom X y su forma de combatir el racismo. El agradecimiento explícito a su abuela, quién le fomentó el interés por la escritura y la lectura («devoraba los libros porque eran el rayo de luz que entraba por debajo de la puerta») así como el hecho de cuestionarse su propia conducta («me enseñaba a interrogar implacablemente el tema que pedía más comprensión y racionalización: yo mismo»).

El autor se desnuda emocional y racionalmente para hacer el retrato de su país visto desde los ojos de una persona negra. Con dureza, de forma crítica y sin pelos en la lengua. Es capaz de denunciar que «en los EEUU destruir el cuerpo negro es tradicional, forma parte del patrimonio», decir que «el problema de la policía no es que sean unos cerdos fascistas, sino que nuestro país es gobernado por unos cerdos que constituyen la mayoría» o afirmar que «en este país, el agravio no está en el hecho de nacer con una piel más oscura, unos labios más llenos y una nariz más ancha, sino en todo lo que ocurre después».

Así, de forma clara y directa, nos transmite no solo su rabia, la impotencia y la injusticia sino que también critica su propia comunidad denunciando su «blanquecimiento» criticando indistintamente a quién lo realiza y quién lo permite, quién abandona la lucha y quién la domina. La necesidad por parte de su comunidad de pensar que son blancos, de hablar como los blancos. «El escenario donde ellos se han pintado de blanco es el lecho de muerte para todos nosotros»; «puede que tengamos que volver hacia nosotros mismos». La frase que dirige a su hijo indica que hay mucho camino aún por recorrer: «No olvides nunca que en este país fuimos esclavos más tiempo del que hemos sido libres».

Plagada de grandes frases surgidas desde el análisis y el intento de comprender, este libro nos proporciona un conjunto de reflexiones sobre dónde se dirige la humanidad, a la vez que nos acerca a la historia de la comunidad negra en Estados Unidos. Nos habla de libertades para poder ser quienes queramos, de la lucha por intentar mejorar la sociedad y nos deja ver, de forma muy clara, que aún queda mucho para conseguir que sea igual y justa. Y, a pesar de todo, ofrece un atisbo de esperanza. La esperanza de creer y luchar por un mundo mejor y que trasmite a su hijo diciéndole: «Deseo que no sientas la necesidad de inhibirte para que los demás se sientan cómodos».

Este libro es un canto a favor de la comunidad negra, la defensa de sus libertades y los ideales que permitieron a su autor luchar contra el racismo y contiene la fuerza que emana de la honestidad del autor con sus lectores y de la calidad de su prosa. No os quepa ninguna duda que estamos delante de un gran libro. No os lo perdáis.